lunes, 16 de abril de 2012

El tortuoso y complicado origen del Homo sapiens, nuestros orígenes (artículo actualizado)


Durante las dos últimas décadas que pusieron el epílogo al sangriento siglo XX, marcado por la locura belicista y expansionista del capitalismo, uno de los debates más apasionados en el campo de la arqueología y la paleoantropología fue (y hoy en día aún sigue siendo) la relación entre las poblaciones humanas más evolucionadas desde el punto de vista intelectual, Homo neanderthalensis y Homo sapiens, a las que a finales del año 2010 se sumó una nueva población: los denisovanos. En una de las trincheras, fuertemente marcados por prejuicios etnocéntricos, aquellos científicos que negaban cualquier tipo de relación genética entre ambas poblaciones humanas, incapaces de admitir las mismas capacidades intelectuales y simbólicas para los neandertales que las que poseía el hombre anatómicamente moderno. Del otro lado de la trinchera, un grupo de investigadores mucho menos numerosos defendían las igualdad entre ambos grupos humanos y que la extinción de los neandertales no era tal, sino un hibridación en la que los rasgos neandertales fueron diluyéndose al cruzarse con las poblaciones de Homo sapiens significativamente más numerosas, llegadas a Europa a partir de su emigración desde la cuna africana. Los rasgos anatómicos de los sapiens aportarían ventajas adaptativas a las nuevas condiciones medioambientales surgidas por el recrudecimiento del clima hace unos 30.000 años. Tras más de un siglo de ardua polémica, los rastros genéticos puestos de manifiesto por los avances del desciframiento de los genomas humanos van definiendo la teoría correcta: en las poblaciones actuales no africanas puede documentarse la huella de varias poblaciones ancestrales: neandertales y denisovanos.

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¿Quiénes eran los neandertales?

Por neandertales entendemos una población humana de origen europeo, que comparten una serie de características anatómicas y que habitó prácticamente toda Europa, el Próximo Oriente y parte del oeste de Asia durante el Pleistoceno medio y superior, evolucionando desde poblaciones de Homo heidelbergensis (Atapuerca) hace unos 200.000 años y de la cual se pierde el rastro hace 23.000 años (en tierras cántabras, Cueva L´Esquilleu según sus investigadores), aunque la mayoría sigue manteniendo que los últimos neandertales se localizan hace 27.000 años en el sur de la Península. Era una población perfectamente adaptada a las condiciones climáticas templadas-frías y con una potencia física extraordinaria. Su altura rondaría el 1,80-1,50 (masculino-femenino) y los 95-65 kg. Las capacidades intelectuales de estos humanos serían similares a las de Homo sapiens, hecho que se constata en el registro arqueológico cada vez con mayor rotundidad (un ejemplo es la división funcional del espacio que se percibe en el yacimiento catalán del Abric Romaní), con una capacidad craneal de hasta 1750 cm³. Fueron capaces de desarrollar una cultura notable que les permitió una importante expansión demográfica. A este grupo humano se les atribuye dos industrias líticas, el musteriense europeo durante el Paleolítico Medio, y el Chatelperroniense (y variaciones como el ulizziense) en los inicios del Paleolítico Superior (considerada de transición), compartidas ambas por el Homo sapiens en algunas partes de la tierra. Únicamente se constatan diferencias simbólicas importantes a partir del Auriñaciense, cuando Homo sapiens está en plena explosión de las representaciones gráficas y Homo neanderthalensis en franca regresión, quedan "muertos vivientes".  
                
¿Neandertal o sapiens? ¿O todo a la vez?

Cráneo sapiens y neandertal
En el registro arqueológico del Paleolítico Superior existe un aspecto especialmente polémico y aún por cerrar definitivamente, es la documentación de ciertos enterramientos humanos, cuyos fósiles reúnen un conjunto de rasgos en que se combinan características neandertales con otras propias de los humanos anatómicamente modernos. Esta dicotomía pone en escena uno de los debates más enconados entre los científicos que apoyan las tesis de la hibridación, entre ellos Joao Zilhao y Erik Trinkaus, quienes ven reafirmadas sus propuestas con datos objetivos provenientes de esos restos fósiles, y los científicos que minimizan o incluso refutan dichos análisis atribuyendo los especímenes a una gran variabilidad dentro de los Humanos Anatómicamente Modernos y mantienen la tesis de la sustitución de una especie autóctona (Homo neanderthalensis) por otra alóctona (Homo sapiens) llegada desde África (Out of Africa 2).
                
El niño de Lapedo
                
La Península Ibérica es una de los últimos lugares donde se refugian los neandertales en torno al 23.000 BP, en yacimientos como los de Gibraltar, el Sidrón en Asturias o la cueva de L´Esquilleu en Liébana. Otro de esos recónditos lugares donde podemos rastrear arqueológicamente a los neandertales es el yacimiento portugués de `O abrigo do Lagar Velho` en el valle del río Lapedo cuyas industrias líticas corresponden al Auriñaciense y al Solutrense. Este yacimiento es un ritual de enterramiento neandertal de un niño de cuatro años cuyas características anatómicas combinan rasgos neandertales con rasgos modernos con una datación en torno a 24.500 BP (Gravetiense). El cadáver del niño había sido depositado sobre una cama hecha de arbustos combustionados y cubierto por una capa de ocre, como ajuar aparecieron un diente de cérvido perforado y una concha. El esqueleto se conservaba casi completo, y es una panoplia de rasgos neandertales tales como inserciones de los músculos torácicos, incisivos de gran tamaño o el fémur corto y otros característicamente más modernos como la presencia del mentón, la pelvis estrecha o los antebrazos finos. Sin embargo no todos los investigadores están de acuerdo con estas tesis defendidas por sus excavadores y entienden el espécimen como un HAM especialmente robusto.


Niño de Lapedo

Los cráneos de Mladec
                
En la antigua Checoslovaquia en varias cuevas que conforman el complejo kárstico de Mladec (Moravia) se documentó a finales del siglo XIX los restos óseos de varios individuos, recientemente los avances en las técnicas de datación han permitido datarlos por el momento como los fósiles más antiguos de Europa asignables al tipo humano `Homo Sapiens` arcaico. El conjunto se corresponde con un número mínimo de seis individuos tanto adultos como juveniles, datados mediante radiocarbono en una cronología superior a 31000 BP (Auriñaciense). Una parte de los cráneos responden en algunos casos a rasgos interesantísimos que los ponen en relación con las características anatómicas propias de los neandertales, apoyando así la teoría de la hibridación defendida por Trinkaus y Zilhao.
                
La cueva de Pestera cu Oase
                
Su nombre significa la cueva con huesos por la abundancia de restos óseos de osos de las cavernas (`Ursus speleaus`). En esta cueva rumana se documentaron restos fósiles humanos de unos 35.000 BP (por radiocarbono) con rasgos híbridos de sapiens y neandertales. Se trata de una muestra reducida compuesta por parte de un cráneo perteneciente a un individuo juvenil, una mandíbula y una escápula de un ejemplar adulto, así como un segundo cráneo más completo de adulto. La falta de otros signos antrópicos parece indicar que fueron arrastrados los fósiles por corrientes de agua hasta su emplazamiento actual. También su interpretación es muy discutida y parecen asignables a HAM.

Los últimos datos  

Durante este último año se ha presentado en la revista científica Plos one la documentación de parte de un esqueleto con rasgos hibridos documentado en el abrigo de Riparo di Mezzena norte de Italia hace entre 40.000 y 30.000 años. Concretamente una mandíbula con rasgos neandertales y HAM. el análisis genético de su ADN muestra un linaje neandertal y se le ha asignado el sexo femenino por lo que los autores concluyen que se trató de una mujer neandertal que se emparejó con un sapiens.    
     
Un vuelco teórico
                
La reciente secuenciación de una parte de genes neandertales y desinovanos en poblaciones humanas modernas ha revitalizado la consistencia de estas pruebas fósiles. El escenario más probable que se plantea es que el encuentro entre Homo sapiens y Homo neanderthalensis tuviese lugar en la zona de Oriente Próximo en un periodo comprendido entre 50.000 y 80.000 años, aunque ambas poblaciones humanas habitaron la zona entre 130.000 y 100.000 el registro arqueológico no permite conocer si interactuaron en este periodo.  Este encuentro no implica que la hibridación entre ambas poblaciones humanas fuese inmediata e `in situ`, siendo razonable que el intercambio genético se produjese en momentos y tiempos variados. Los hechos históricos casi nunca son uniformes por lo que el descubrimiento de los “otros” pudo ser en ocasiones violento, en otras pacífico y amistoso, o quizás otras veces tan sólo indiferente, teniendo en cuenta que son poblaciones humanas bastante similares, con las mismas capacidades cognitivas e intelectuales, y con una cultura material idéntica: cultura musteriense, adornos personales, rituales funerarios…Los humanos no africanos contamos con cerca de un bagaje genético heredado de los neandertales en torno al 4%, lo mismo ocurre con el porcentaje heredado de otra especie de homínidos, los denisovanos. Parece ser que ese intercambio genético lo protagonizaron unos 10.000 individuos sapiens y neandertales.

En mi opinión, si partimos de la definición biológica de especie, los neandertales no forman parte de una especie humana distinta del  sapiens, más habría que clasificarla como una población o subespecie del propio Homo sapiens cuya eclosión se produjo en el continente europeo y que el prolongado período de aislamiento genético en una Europa cubierta por el hielo permitió la generación de unos rasgos anatómicos muy característicos. Incluso el análisis de su comportamiento social y de sus rasgos culturales, similares a los sapiens, invitan a desechar esa división inducida por una anatomía muy particular. La llegada de nuevas poblaciones desde África propició en torno a hace unos 40.000 años la absorción de nuevas cargas genéticas que acabaron por eliminar los rasgos neandertales más evidentes, es decir, los africanos terminaron por imponer de forma mayoritaria sus genes. Si bien hay que señalar que una parte importante de los investigadores consideran insatisfactoria la actual definición de especie y que deja dudas al aplicarla a la paleoantropoliogía.

A estos datos hay que sumar la información aportada durante 2013 por un estudio genético que desveló la presencia en la carga genética de un afroamericano del cromosoma Y (que pasa de padres a hijos por línea paterna) más antiguo documentado, perteneciente al hombre del que descendemos todos los humanos actuales. Los resultados fueron sorprendentes ya que vivió hace unos 338.000 años en África, mucho antes de lo que las teorías y pruebas actuales proponen como origen del Homo sapiens.

Como explicación los investigadores del estudio proponen que sapiens se cruzó con poblaciones hominidos arcaicos africanos y de ahí surgió el linaje que dio lugar a las poblaciones humanas actuales. La otra posibilidad es que el origen de sapiens sea mucho más antiguo de lo esperado. O bien una combinación de las dos anteriores ya que ambas no son excluyentes.

Al igual que en Europa, en África también hay restos fósiles controvertidos que han sido interpretados como hibridaciones entre rasgos modernos de sapiens y otros muchos más antiguos de hominidos arcaicos como es el caso del cráneo de Iwo Eleru. Esta tesis es defendida por Cris Stringer. Sin embargo se necesita analizar las muestras del ADN fósil de la especie hominida arcaica para conocer con mayor detalle la hipótesis planteada.
                
Dos teorías
                
Sobre el origen del ser humano actual el corpus científico trabaja con dos teorías plausibles. La más clásica y aceptada es la conocida como Eva africana o Eva mitocondrial que sostiene que el origen del ser humano se encontraría en una reducidísima población africana y que en su expansión fue eliminando y sustituyendo a las demás especies humanas, principalmente a los neandertales euroasiáticos y las poblaciones de Homo erectus en Asia. Por otro lado la teoría multirregional plantearía un escenario diferente basándose en los restos fósiles descritos y en los recientes descubrimientos genéticos. El ser humano moderno sería producto de la evolución de diferentes especies humanas en diferentes puntos de la tierra junto con la interacción genética de las poblaciones africanas con las poblaciones autóctonas de Europa  y Asia lo que explicaría la variabilidad actual. El ser humano moderno habría surgido en varios puntos de la tierra. Esta teoría retrasa el origen de Homo sapiens, así como la deriva genética de las actuales razas humanas.
                
Ambas teorías tienen sus puntos débiles y quizás lo más apropiado sea una síntesis entre ambas. A la vista de los datos actuales parece imposible seguir sosteniendo un único origen africano estrictamente puro, sin embargo no parece consistente afirmar un multirregionalismo radical ya que nuestros genes provienen de forma mayoritaria de las poblaciones africanas. Somos Homo sapiens africanos que a lo largo de nuestra historia evolutiva recogimos las aportaciones genéticas de otras poblaciones humanas africanaas y no africanas. En esta línea parece apuntar la reciente publicación de los fósiles de los Hombres del Ciervo Rojo en China, en los cuales se combinan rasgos modernos y arcaicos y que abren la posibilidad de un intercambio genético entre sapiens y erectus, aunque es bastante dudoso que los fósiles chinos constituyan una nueva especie. Tenemos sangre sapiens, neandertal, denisovana…lo que podemos descartar es que ningún ser humano tenga sangre azul.